LA ALHAMBRA: JOYA ESOTÉRICA DE GRANADA.
Publicado por Gustavo Fernández en 02-01-2013
Nuestro vagabundeo por tierras
hispanas siguiendo las huellas del Grial –ya descripto en numerosos
artículos en nuestro blog- significó también la ocasiòn de conocer
Granada, mágica ciudad cuyo corazón hiere la flecha del río Darro.
Animados por un itinerario hasta allí exclusivamente histórico y si se
quiere, estético, ignorábamos que también la pátina de lo esotérico
matizaría nuestra visita.
En otro lugar ya he desarrollado las correspondencias entre el tradicional baño árabe y los “temascales” americanos,
fruto de la práctica ancestral indígena. Los barrios judío y árabe, de
origen medieval, son un tortuoso y encantador Dédalo de callejuelas
donde se huele la presencia norafricana, conformando uno de esos
destinos que todo viajero ansía revisitar alguna vez.
En cuanto a la Alhambra, es un rico
complejo palaciego y fortaleza (alcázar o al-qasr) que alojaba al
monarca y a la corte del Reino nazarí de Granada, construido por etapas a
partir del siglo XI.. Su verdadero atractivo, como en otras obras
musulmanas de la época, no sólo radica en los interiores, cuya
decoración está entre las cumbres del arte andalusí, sino también en su
localización y adaptación. Etimológicamente, «Alhambra» en árabe es
«al-Ħamrā» (‘la Roja’), procedente del nombre completo «al-Qal’a
al-hamra» (‘fortaleza roja’).
Evitaré, en tributo a la extensión de
este trabajo, extenderme en aspectos descriptivos e históricos del lugar
(que de cualquier manera puede accederse fácilmente “googleando”) para
transcribir, casi literalmente, las notas que fui tomando durante
nuestra visita con las referencias comparativas que la reflexiòn sobre
ellas, a posteriori, proveyó. Tributo aquí al escritor Antonio Enrique,
cuyo libro “Tratado de la Alhambra hermética” (Port Royal Ediciones, 2005) arma un rompecabezas sin igual.
El uso del agua y el “Feng Shui árabe”
La Arquitectura Sagrada o, mejor aún, el empleo de la Geometría Sagrada en la arquitectura se dice, en árabe, “Mohadiz El’Aimera”.
Pero hay una “sacralizad” de cara a los neófitos, con reminiscencias
coránicas y musulmanas, y otra Sacralidad para iniciados, donde la
funcionalidad oculta de las formas rinde efectos perceptibles y
mensurables. Así, el inteligente aprovechamiento del vital elemento que
llega al lugar desde la Sierra Nevada no tiene que ver simplemente con
cuestiones paisajísticas y de nutrición del exótico paraíso vegetal que
es el lugar (lo que, por cierto, también tiene ese objetivo en una regiòn tan tórrida en tiempos de calor) ; tiene que ver con el manejo de las energías telúricas (particularmente
intensas por la característica topografía del lugar). Por cierto: la
instalaciòn a través de los siglos del barrio del Sacromonte, el
excluyente barrio gitano, sobre el cerro y a espaldas de la Alhambra,
con sus características y únicas viviendas excavadas en la roca –cuevas,
algunas naturales, la mayoría artificiales, recreadas como viviendas y,
en los últimos tiempos, como reductos gastronómicos para el turismo),
¿es la consecuencia de la pertinaz obcecación del pueblo romaní por
habitar el lugar –quizás por la pacífica convivencia y variedad
pluricultural de la ciudad- o su intuitivo conocimiento de las
propiedades, si se quiere metafísicas, de la regiòn, más imprescindibles
aún en épocas donde su sustento (y hasta su supervivencia) se basaba en
el temor reverencial que las otras comunidades tenían de sus supuestas
condiciones paranormales y conocimientos brujeriles?.
No es gratuito mi uso de la expresión
“Feng shui” aquí; caminar por los palacios interiores y los jardines de
la Alhambra permite constatar una y otra vez el cumplimiento de los
criterios edilicios y arquitectónicos que todo experto geomántico
aplaudiría. En cuanto a la profusa y riquísima simbología –con el octógono
dominando todos los escenarios- las conclusiones, sean personales o
colectivas, bibliográficas o intuitivas sobre la presencia de la
Geometría Sagrada con conocimiento de causa es inevitable.
A la llegada de los árabes, Granada se
componía de tres núcleos, agrupados sobre sus correspondientes lomas: la
Assabika, habitada originariamente por los visigodos y donde supo
existir una población fenicia según unos o iberorromana, según otros;
sobre sus ruinas se edificó la alhambra. En la colina opuesta, separada
por el río Darro, el emplazamiento donde se asienta el actual El
Albaicín, el barrio propiamente árabe y que entonces era conocida como
Illiberia, habitada mayormente por túrdulos y más allá, el cerro de
Mauror en cuyas faldas se asentaron los judíos, llegados alrededor del
587 A.C. tras la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor II. Y no
fueron los más antiguos: los íberos ya habían destinado allí un núcleo
aldeano alrededor del 2.800 AC, lo que le da al lugar la friolera de
casi 5.000 años de habitabilidad ininterrumpida.
La mitología, si no la historia, ubica en
sus inmediaciones la lucha entre Hércules y Atlas, lo que quizás sea
una trasposiciòn histórica del recuerdo de una de las tantas batallas de
pelasgos (luego “griegos) con atlantes. Es muy interesante señalar que,
atlante o fenicio, la Alhambra ha conservado la antiquísima Torre de
los Picos –en el extremo nororiental de la fortaleza- la única
construcciòn con bóveda ojival del lugar. Este recurso arquitectónico
típicamente gótico (que “explota” casi de la nada en Europa
sospechosamente de la mano de los Templarios) me lleva a preguntarme si
el Arte Gótico cuyas raíces son confusas, cuya Sabiduría codificada,
inmensa) no tendrá quizás las reminiscencias del Conocimiento del
continente perdido. En todo caso, es verosímil que cuando los fenicios
llegaron al lugar ya encontraron poblaciones, y lo único que hicieron
fue expandirlas. El origen de la palabra “Granada” no sde atribuye, como
el vulgo cree, a la profusiòn de esa fruta: en puridad, la fruta fue
llamada así por su existencia en ese lugar cuya etimología proviene de
“Gár-Nata”, o “templo de Nata”, el el idioma fenicio.
Como se sabe, los fenicios son
considerados como los depositarios más relevantes de la herencia
atlante. De una diosa de éstos devienen, posiblemente, Athenea (griega),
Antinea (béreber), Astarté (persa), Ishtar (babilónica), Tánit
(púnica), Neit (egipcia) y Natá, diosa local y término derivado de los
anteriores. El citado Antonio Enrique propone que es posible que Natá
obedeciera a un personaje regio de los fenicios llegados al lugar, un
sitio que antiquísimamente pudo haber sido un foco atlante tanto más
porque aquellos solían poner el nombre de sus dioses a los mortales, ya
que algunas vez sus deidades fueron hombres. Los fenicios eran después
de todo, descendientes de los hamritas, esto es, de los “hombres rojos”
que originarios de la Atlántida, se asentaron en el Líbano. Y aquí
hagamos un salto por sobre el Atlántico y repreguntémonos el porqué de
la piel cobriza de los amerindios… Y en una vuelta de tuerca, esto
explicaría el porqué los gitanos, tanto tiempo considerados como una
subraza atlante, se han aferrado al lugar a través de los siglos.
Ahora bien, ¿qué hacía a este lugar tan
“mágico”?. La presencia de tierra roja significa un alto nivel de hierro
y otros minerales. Esto hace al lugar fácilmente magnetizable. Y si a
la radiación de los metales se le suma la conductividad eléctrica del
agua y la elevación del lugar (las interacciones eléctricas entre cielo y
tierra durante las tormentas siempre buscan lugares elevados) es fácil
deducir la “vibración” de la regiòn.
Los Libros de Plomo
Cuando en 1588 se demolió la Torre
Turpiana –llamada así porque, en tiempo de la dominaciòn romana, Julio
César dejó al mando a un tal Turpio Antistitio- construida sobre
fundamentos fenicios (y donde las leyendas del lugar hablan de “un pozo
que llega al centro mismo de la Tierra”, se halló un cofre embetunado
con una docena de discos de plomo, un pergamino y reliquias atribuidas a
San Cecilio, quien supo deambular por el lugar en el siglo II de
nuestra era. Los así llamados “libros plúmbeos” o “libros de plomo”, una
falsificación según unos (hecha por nobles moriscos para “hermanar” al
Islam con el Cristianismo), uno de los “secretos malditos de la
historia” –según otros- presenta el acertijo de letras y números
combinados, textos en latín y griego. Gran parte del hallazgo sigue hoy
en la biblioteca secreta del Vaticano, lo que no deja de ser sugestivo.
¿Espectros?
Abundan los testimonios a través de la
historia, en muchos casos de testigos respetables en la sociedad
granadina, de ver, en páramos de entonces en el Sacromonte, “procesiones
de hachas encendidas y globos de luz que descendían de los cielos sobre
este lugar convirtiéndole en un nuevo Tabor, y esto no sólo una vez
sino muchísimas, ni todos en un día ni en un año sino en diversos meses y
años y tanto después de los descubrimientos, como diez, veinte y
cincuenta años antes”. (“Reliquias Martiriales”, Abad Zótico Royo).
Washington Irving, el autor de la
deliciosa “Cuentos de la Alhambra” y que viviera durante su redacciòn en
las entonces descuidada estancias del lugar, relata en ritmo de leyenda
–pero recordemos que se nutría de los relatos locales- la epopeya de un
emir árabe que contaba con un mágico ajedrez, que dirigía con una punta
de plomo con caracteres mágicos, y cuyo mágico movimiento revelaba el
desplazamiento de los ejércitos enemigos en las fronteras de Granada.
Muchos siglos después serían testigos de la “Golden Dawn”, la poderosa
organización esotérica inglesa, quienes declarar´ñian que algunos de sus
referentes tenían acceso a un “ajedrez enoquiano”, donde las partidas
se jugaban con un adversario invisible ya que la mitad de las piezas se
movían solas.
Si se observa por la Puerta de Elvira en
direcdciòn a la hoy desparecida Puerta del León, se verá que el sol cae a
través de ésta sólo cuando transita por el signo de Leo. Esta precisión
cósmica es sólo un rastro de la sapiencia árabe, imbatible en
astronomía,
matemáticas, alquimia. Fue con cuatro mil manuscritos
granadinos que Felipe II comenzó su Biblioteca en El Escorial, aún
cuando cientos de miles fueron quemados por su cardenal Cisneros
(algunos autores elevan la cifra hasta un millòn de ejemplares). En
Granada se operaba de cataratas con instrumental delicado, se fabricaban
gafas y lentes perfectamente calibradas para el paciente, se manejaba
el cauterio, se publicaban tratados muy complejos sobre la anestesia con
cizaña, la extracción de flechas, la cura de las hernias, el
tratamiento de cálculos vesiculares y renales, litotricia y
traqueotomías. No sólo había una Escuela de Medicina que extendía
títulos y capacitaba; había un inspector que fiscalizaba por la correcta
praxis de la Medicina, la farmacopea y los perfumistas de acuerdo a
estrictas normas profilácticas.
Su Geometría Sagrada
Es imposible no rendirse ante la
profusiòn simbólica de la Alhambra. En tiempos en que el Gótico hacía
escuela, el relajado, profuso, casi sensual arte arquitectónico árabe
no sólo respetaba sino amplificaba el valor símbólico del primero: el
cotidiano intercambio entre árabes, judios y templarios tenía que dejar
su huella.
Fulcanelli supo escribir: “Arrastrados
por la fuerte corriente de decadencia que tomó, paradójicamente, el
nombre de Renacimiento, incapaces de un esfuerzo equivalente al de sus
antepasados, ignorando completamente el simbolismo medieval, los
artistas se dedicaron a reproducir obras bastardas, sin gusto ni
carácter, sin intención esotérica. En la obra gótica la hechura
permanece sometida a la idea; en la obra renacentista, la domina y la
borra. Una habla al corazón, al cerebro, al alma; es la glorificaciòn
del espíritu. La otra a los sentidos; es el triunfo de la materia”.
Plantear una relaciòn entre Templarios,
Cátaros y la Alhambra no es peregrino: ésta tiene inquietantes
reminiscencias con la fortaleza de Montségur. Ambas están ubicadas sobre
cerros sagrados (el Pog y la Assabika) , su forma poliorcética, un
torreón central con forma de proa de navío, una enigmática red de
túneles subterráneos y una orientqaciòn que cumpliría funciones de gnomon. La Alhambra estaba custodiada por los marabuts, definidos como “monjes guerreros”. ¿Tenemos aquí una orden correspondiente a los Templarios?.
La “mano de Fátima”
Proviene de la Alhambra también el
talismán más popular que nos legó el ideario árabe: la llamada “mano de
Fátima”. En su Puerta Judiciaria se halla tallada la misma y, a cierta
distancia hacia abajo, una enigmática llave. ¿Cuál es la clave?. La
tradición popular dice que “cuando la Mano tome la Llave, la Alhambra
volverá a ser árabe” y algunos exégetas han extrapolado diciendo que,
como desde cierto ángulo contra el cielo, si uno se viene aproximando
en aviòn se verá progresivamente acercarse una a otra, esto podría
proféticamente significar un ataque aéreo musulmán contra la ciudad. En
lo personal prefiero suponer una interpretación alquímica. La uniòn de
la Mano (materia) con la Llave (conocimiento) abrirá las puertas.
En su interior, el Palacio de Comares reproduce en su planta la cruz ansada.
El salón es el cabezal, la mal llamada Sala de la Barca es el
travesaño perpendicular y la nave del estanque la rama mayor de esa
cruz. Y digo “mal llamada” porque es la interpretación equivocada de la
expresión Sala de la Baraca: “baraca”
significa “salutación” en el sentido más sagrado: “la fuerza mágica
divina que desciende a un gesto sobre el hombre que lo ejecuta”. Más
elementos egipcios abundan por todas partes, como la bóveda de tímpanos
que cubre la entrada a la Torre de las Infantas o las propias ojivas.
También pululan simbolismos más tardíamente apropiados por los rosacruces:
la mano que sostiene una rosa, que se repite en uno y otro lugar y
desmistifica la creencia que el arte árabe se prohíbe de reproducir
imágenes de la realidad que distraigan los sentidos de la adoración de
Allah.
En la multiplicidad de azulejos y
mosaicos, los colores negro, verde, azul y ámbar remiten a la tradición
cromática de los planetas Saturno, Venus, Mercurio y Sol. Celosías que,
como en la Sala de las Dos Hermanas, representan en su tramazón la
Estrella de David. La reiteración de la Estrella de Ocho Puntas es, como
se sabe, un guiño críptico a la no menos legendaria Mesa de Salomón. La
Fuente del Patio de Los Leones reproduce el simbolismo del “mar de
bronce” bíblico y todas estas coincidencias nos hacen preguntarnos si el
Palacio de Comares no es a la Alhambra lo que el Templo de Salomón es a
Jerusalén (y, precisamente, la explícita imagen de esos leones derrumba
una vez más la gratuita idea de una expresa prohibición de representar
imágenes de seres vivos). Y un eco heliocéntrico: a las doce del
mediodía el Sol coincide con el eje central de este palacio. Y volviendo
a la sala de la Barca, si dividimos su largo por su ancho nos da…. La secciòn áurea, 1,618.
Volvemos a esos leones, todos los cuales ostentan visibles triángulos en el entrecejo, en la ubicación de la glándula pineal.
Y son doce, como los signos del Zodíaco, como los discípulos de Jesús.
Leones, símbolos por excelencia del Sol, por lo tanto del Fuego,
rodeando una extensión de Agua: síntesis alquímica expresiva por sí
misma. Este equivalente del “mar de bronce” salomónico ha reemplazado
los toros que, en el relato bíblico, rodeaban al mismo por designio de
Salomón, por los doce leones de Judá.
El citado Antonio Enrique aporta
estos datos: “la misma fuente de los Leones es un patrón de medidas.
Siendo la altura de la fuente 1,15 m., el doble de ella es igual a la
altura de las columnas del patio (2,30 m., excluido el fuste de 50 cm).
Siendo el diámetro de la fuente 2,37 m., si se multiplica tal cantidad
por 12 obtenemos el largo del patio (28,50 m.). Siendo el perímetro de
la fuente 7,50 m., si multiplicamos esta cifra por 13 logramos el
perímetro exacto del patio (92,50 m.). Sólo esto debería advertirnos que
la codificaciòn implícita en la Fuente de los Leones hace de la misma un espejo simbólico del Grial.
Y una y otra vez, la Suhá,
estrella de ocho puntas, que si se unen delimitan el octógono,
representación bidimensional de la Mer-kha-bha, el “vehículo” de luz…
En el Generalife, los árabes tenían muy
presente la afinidad magnética de las plantas entre sí, de modo que se
cuidaban de sembrar en un mismo espacio plantas de distinta familia,
cuyos perfumes y pólenes no fueran homogéneos. Iban incluso más lejos:
sabedores que ciertos pájaros muestran inclinación por determinados
árboles –como la golondrina por el ciprés y el ruiseñor por el almendro-
y que los cánticos de las aves influyen en el metabolismo de las
plantas, tenían muy presente qué árbol iba a dar sombra a cuales flores
con el fin que hubiese afinidad perfecta entre árboles, flores y
pájaros, de modo que, por ejemplo, las rosas aparecían junto a los
almendros y los lirios a los cipreses…. Justamente como de forma
espontánea ocurre en la naturaleza.
Anécdota poco conocida: los aborígenes
americanos que Colón llevó a España luego de su primer viaje al Nuevo
Mundo fueron durante un tiempo enclaustrados en el Generalife, así como
papagayos y loros lo fueron en jaulones del Patio de la Reja, a la
sombra oriental del Torreón de Comares. Y Colón mismo habría tenido a su
regreso la primera entrevista con los Reyes Católicos en el Salón del
Trono, apenas tomada la Alhambra….
Nota: nuestro
infinito agradecimiento al amigo Damián Mast, su señora Ana y su hijita
Duna, por las cortesías y apoyo para con nosotros en nuestra visita a
Granada.
Un video grabado en el lugar:
http://www.youtube.com/watch?v=iJPvvtpu5k8
Interesante artículo. Si ten interesan los temas relacionados con los mitos y creencias me gustaría que leyeran algunos de los que he publicado en mi blog (oestrymnio.blogspot.com) sobre antropología gallega. Un saludo.
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