martes, 24 de abril de 2012

De EL ATHANOR DE ARBATEL (Juan Sánchez Gallego)


 UTILIZANDO EL PODER DE LA MENTE
Copia literal del boletín “EL ATHANOR DE ARBATEL”, del volumen 2, número 3, de Diciembre de 2010.

Hablar de la Mente va a ser casi una constante en nuestro Boletín ya que es el elemento principal con que el ser humano cuenta para llevar a realización la misión para la que ha venido a este plano. Por supuesto que para cumplir esa misión  es condición indispensable el esta sano de cuerpo, dado que éste es el vehículo con que el hombre cuenta en el plano físico para que su Alma-Personalidad aprenda las lecciones que ella en el espiritual se ha programado para esta encarnación.[1]

Sigamos con la Mente: Observará que la señalamos con mayúscula, es porque a la que nos referimos es a la Divina expresándose a través del hombre y siendo éste un receptor/ transmisor, o repetidos, para utilizar un término electrónico, que distribuye las energías Divinas captadas del  Cósmico, las que hará trabajar una vez sean  transmutadas dentro de su Ser dual, o sea, tanto en su cuerpo físico como espiritual para beneficio de su propia evolución cósmica y de todo el Orbe.
                                                                                            
Aquellos que nos han enseñado, o lo han intentado, hicieron mucho hincapié en que la teoría sin práctica, sin experimentación, no sirve más que para lucir como intelectual en el tema de que se trate, pero no para saber aplicar o enseñar con conocimiento de causa ninguna ley divina y como tal, natural.

Nuestros Maestros, para darles un nombre comprensible para todos, nos han hecho ser una interrogación viviente; la pregunta de todo estudiante iniciado en las Escuelas de Misterios es, ¿por qué? Una vez se sabe el por qué de una Ley y ha sido experimentada por el estudiante, éste no tiene duda alguna y sabe fehacientemente que esa Ley funciona, aunque ¡ojo!, no funcionará nunca para hacer alarde de maestría o poder sobre los demás, tampoco para cobrar por su aplicación en otros. Toda Ley Divina debe ser dada como un servicio desinteresado, pero ¡atención!, ese servicio siempre redundará de una u otra forma en beneficio de aquél que lo presta o da en nombre de Dios, la Mente Divina o el Todo.

Todos tenemos los mismos poderes o facultades si preferís, aun cuando bien es verdad que los desarrollaremos o no y más o menos según nuestra alma-personalidad haya programado su paso por esta escuela de aprendizaje que es el planeta Tierra. Tendremos ocasión de referirnos a esa programación cuando toquemos el tema de la Reencarnación  en artículos venideros.

              Juan Sánchez Gallego (ARBATEL)



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