OPERACIÓN CABALLO DE TROYA
Algunos episodios
narrados por John
Keel en Operation Trojan Horse (1970) que he traducido por
considerarlos muy clarificadores sobre la naturaleza del fenómeno alienígena.
Recomiendo, no obstante, la lectura del material archivado al respecto en Indice Temático.
(Páginas
255-259)
‘En 1966 recibí llamadas telefónicas de
misteriosos extraños, día y noche, con bizarros mensajes de gente del espacio
(…) Tuve encuentros con Cadillacs negros en Long Island (Nueva York), y cuando
traté de perseguirlos desaparecían de manera imposible en carreteras
cortadas.
A través de 1967 fui llamado en medio de la noche para socorrer a contactados en problemas. Ovnis luminosos parecían seguirme; los objetos parecían saber hacia dónde me dirigía y dónde había estado. Elegía un motel al azar y resultaba que previamente alguien había ya hecho una reserva por mí; incluso dejaban ilógicos mensajes telefónicos en recepción para mí. Mi vida estaba llena de imposibles coincidencias, y algunos de mis amigos más cercanos en Nueva York, con los cuales no conversaba sobre estos asuntos, comenzaron a advertir en sus vidas extraños fenómenos, como poltergeists en sus apartamentos, o apestoso ácido sulfhídrico que los atontaba. Una muchacha amiga mía sufrió un inexplicable desvanecimiento por espacio de dos horas, mientras estaba sentada secándose el cabello en su apartamento.
A través de 1967 fui llamado en medio de la noche para socorrer a contactados en problemas. Ovnis luminosos parecían seguirme; los objetos parecían saber hacia dónde me dirigía y dónde había estado. Elegía un motel al azar y resultaba que previamente alguien había ya hecho una reserva por mí; incluso dejaban ilógicos mensajes telefónicos en recepción para mí. Mi vida estaba llena de imposibles coincidencias, y algunos de mis amigos más cercanos en Nueva York, con los cuales no conversaba sobre estos asuntos, comenzaron a advertir en sus vidas extraños fenómenos, como poltergeists en sus apartamentos, o apestoso ácido sulfhídrico que los atontaba. Una muchacha amiga mía sufrió un inexplicable desvanecimiento por espacio de dos horas, mientras estaba sentada secándose el cabello en su apartamento.
Más de una vez me desperté de madrugada sin
capacidad de mover mi cuerpo, con la presencia de una enorme figura oscura
frente a mi cama. Por un instante llegué a dudar de mi salud mental. Diariamente
tomé profundas notas de lo que ocurría, que más parecían relatos de terror.
Antes de que todo esto me ocurriera, yo era el típico escéptico duro que se
burlaba de las cosas ocultas y hacía mofa de los contactados (…) pero
rápidamente cambié mi punto de vista cuando surgieron estas experiencias.
Viajando por unos veinte estados para obtener de primera mano información sobre
innumerables casos ovni, me asombré de conocer tanta cantidad de contactados
anónimos. Y mientras las descripciones de los ovnis eran variadas, era obvio que
todos ellos estaban en el mismo estado psicológico. A través de esos contactados
cuyas historias no han sido nunca publicadas, entré en comunicación directa con
las entidades con las que habían establecido contacto; cuando un ovni
aterrizaba, por ejemplo, en una aislada granja, el granjero o granjera me
llamaba por teléfono inmediatamente y yo conversaba con la entidad, a veces por
horas. Sé que suena ridículo, pero así ocurría. Mis anotaciones, grabaciones, y
otros materiales de mi trabajo, están ahí como pruebas. Desarrollé un elaborado
sistema que me permitiera detectar los fraudes. Innumerables personas en muchos
estados vinieron a convertirse en mi secreta cadena de comunicación con esos
misteriosos otros mundos. Gasté meses enteros buscando inexistentes bases
extraterrestres, tratando de encontrar formas de proteger a los testigos de
ovnis de los hombres de negro; poltergeists se manifestaban allá a donde yo iba.
Resulta difícil discernir si esos fenómenos eran producidos por mí o si, acaso,
eran completamente independientes. Ahora, con el paso del tiempo, puedo ver lo
que en realidad sucedía: el fenómeno de la inteligencia sobrehumana me estaba
introduciendo lentamente en todos aquellos aspectos del mismo que nunca antes
había tenido en consideración. Estaba siendo, paso a paso, empujado desde el
escepticismo hacia la creencia, y de la creencia hacia la incredulidad. Cuando
mi pensamiento no me permitía advertir los conceptos adecuadamente, el fenómeno
me iba conduciendo por la vía correcta. Fue, sin duda, un proceso didáctico, con
maestros muy pacientes. Otras personas envueltas en estas situaciones no
tuvieron la misma suerte, pues sacaron conclusiones precipitadas.
En mayo de 1967, las entidades prometieron a
los contactados que un gran fallo de energía se daría pronto. El 4 junio de ese
año estalló la guerra árabe-israelí de los Seis Día. Al amanecer del día
siguiente ocurrió en EEUU una masiva caída de energía que dejó sin electricidad
a cuatro estados del noreste. A través de ese mes los contactados fueron
avisados de que una caída de energía aún mayor estaba a poco de suceder. Se les
anunció que sería a nivel nacional, durante –al menos- tres días, acompañado de
temporales naturales. Los contactados no anunciaron nada, pero los rumores eran
crecientes. A mediados de junio las ventas de velas y linternas fueron enormes.
A finales de ese mayo pasado, las entidades habían anunciado que el Papa Pablo
VI visitaría Turquía en los siguientes meses, siendo asesinado violentamente,
como anticipo del apagón anunciado y otros desastres. Semanas más tarde, el
Vaticano anunció sorpresivamente que el Papa estaba, en verdad, planeando
visitar Turquía en julio. Todo esto despertó el pánico en los círculos
contactistas.
Por mi parte, yo estaba asombrado cuando
descubrí que esos mismos rumores corrían por la comunidad hippie de Nueva York.
La gente comenzó a telefonearme a finales de junio para saber dónde iba a estar
yo el dos de julio. Yo no iba a variar mis planes, y no iría a ninguna parte. Me
negué a irme de Nueva York como precaución, como otros harían, pues no creí que
Manhattan fuese a hundirse.
Otras predicciones que recibí ese mes
comenzaron a hacerse realidad. Se había anunciado que se estrellarían aviones;
un avión chocó con una avioneta en North Carolina, matando entre ellos al
Secretario de la Marina de EEUU. Y el próximo día, 20 de julio, un accidente
idéntico ocurrió en Brasil, matando a otros políticos brasileños. Fue entonces
que me puse nervioso.
Lo que más me asombró de esas predicciones era
que provenían de fuentes variadas. Mediums y canalizadores de escritura
automática en contacto con espíritus terrestres coincidían con los contactados
de aliens. A menudo, las profecías eran casi idénticas aunque provenían de
diferentes partes del país. Incluso cuando no se realizaban, ahí estaba ese
curioso factor de la coincidencia.
Tan convencido estuve de los indicios que,
finalmente, preparé el equipaje, alquilé un coche y me marché a Long Island a
esperar el asesinato del Papa y el apagón de electricidad. Justo cuando me
disponía a abandonar Manhattan (Nueva York), paré en una cafetería a comprar una
botella de agua, pues me imaginé que, de producirse el apagón de tres días,
habría cortes de suministro de agua. Volví al coche y fui de camino a Long
Island, pasando a ver a uno de esos anónimos contactados, quien me dijo que poco
antes había recibido una breve visita de una entidad alien. El extraterrestre le
había hablado de mí, dándole un mensaje para que me lo comunicara. El mensaje
era el siguiente: Dile a John que nosotros nos encontraremos con él y le
ayudaremos a beber toda esa agua. La botella de agua la había dejado en el
coche, por lo que el contactado era imposible que supiera de ella.
Finalmente, el Papa no fue asesinado, pero vi
muchos ovnis. Parecía que me siguieran como de costumbre…
A finales de octubre tuve una llamada
telefónica de alguien que afirmaba ser un alien. Ese ente me advirtió que muy
pronto habría un desastre gigantesco en el Río Ohio, con muchas víctimas.
También me dijo que todo sucedería cuando el presidente Lyndon B. Johnson
encendiera las luces del árbol de navidad de la Casa Blanca, en diciembre. Me
dijo que el apagón eléctrico sucedería tan pronto como el presidente encendiera
las luces del árbol navideño.
La advertencia sobre el desastre del Río Ohio
me alarmó lo suficiente como para no quedarme callado, por lo que el 3 de
noviembre escribí a la señora Mary Hyre, una periodista de Point Pleasant, West
Virginia, y la avisé de que era muy posible que alguna calamidad pudiera suceder
en las próximas semanas. La señora Hyre aún conserva esa carta mía.
Sobre Acción de Gracias (noviembre)
fui a Point Pleasant por unos días y descubrí que un número de personas, las
cuales no conocían mi profecía, habían tenido horribles sueños de un desastre
relacionado con un río. La señora Virgina Thomas, la cual vivía cerca de un
estancamiento de TNT (explosivos) abandonado desde la Segunda Guerra Mundial,
fue una de las personas que me contó detalles de su pesadilla, en la que veía a
gente cayendo al río. La señora Hyre, la periodista, me dijo que también ella
había tenido sueños muy preocupantes, en los que veía a gente que rogaba ser
salvada de las aguas oscuras del río Ohio, rodeada de regalos que brillaban
flotando.
Como era habitual, me instalé en un motel a lo
largo del río, cerca de Point Pleasant, y cada día conducía cruzando el Puente
de Plata para llegar al pueblo. Luego cogí un vuelo hacia Washington, y recordé
las predicciones que se habían hecho para el mes de julio (ya estábamos en
diciembre), y las analicé. Habían ocurrido accidentes de aviación, y un
terremoto en Turquía justo antes de que el Papa volara hacia allí. Se me había
anunciado también que los indios Hopi y los Navajo serían portada a las puertas
de navidad. Y así ocurrió en diciembre.
La mañana del 11 de diciembre me desperté con
una llamada telefónica de un misterioso hombre que me informó que habría un
accidente de avión en Tucson, Arizona. Al día siguiente ocurrió.
El 15 de diciembre, como es costumbre, el
presidente enciende el tradicional árbol navideño en la Casa Blanca. Como yo
esperaba si se cumplía o no la predicción, avisé a algunos amigos y me reuní con
ellos en mi apartamento de Nueva York. Allí estaban, entre otros, Dan Drasin
(Tavo: aparecería con Keel en un documental de 2002 sobre el hombre polilla), el
productor de cine y televisión, y otro amigo que es policía. Estábamos muy
nerviosos viendo la ceremonia presidencial por televisión. El presidente Johnson
apretó el interruptor del árbol y éste se encendió en medio de la alegría
general. Todo salía como era normal, pero 30 segundos después del encendido hubo
un avance de noticias inesperado: Un puente sobre el Río Ohio acaba de caerse.
Estaba lleno de coches en hora punta. El Puente de Plata se había hundido, y los
regalos brillaban flotando en el agua.
Una horas más tarde del colapso del puente, en
el otro lado del mundo, el Primer Ministro de Australia se decidió a darse un
baño en su playa favorita. Desapareció. Su cuerpo nunca apareció. Los espíritus
lo habían anunciado.
(Página
262)
Misteriosos hombres aparecían y advertía,
incluso amenazaban, a los testigos para que callaran. Algunos de esos
misteriosos hombres vestían uniformes de las Fuerzas Aéreas. (…) He investigado
muchos de esos casos y descubrí rápidamente, para mi sorpresa, cual era la
apariencia de esos oficiales de las Fuerzas Aéreas. Eran delgados, con la piel
color aceituna, ojos orientales y mejillas prominentes. Algunos testigos dicen
que parecen italianos, otros dicen que indios. Conté esto al Pentágono y
encontré que había más casos y que la Inteligencia Militar y el FBI estaban
envueltos en casos de estos. A comienzos de 1967 publiqué esta información, de
Tres hombres de negro que han visitado sistemáticamente –en Cadillacs oscuros-
los hogares de testigos para que guardaran silencio. En la mayoría de esos casos
esos hombres de negro han sido descritos como menudos, orientales de piel
oscura. Por muchos años los seguidores del culto ovni han creído que esos
hombres de negro eran de la CIA o las Fuerzas Aéreas, del mismo modo que creían
que el gobierno pinchaba sus teléfonos y leían sus correos.
(Página
281)
En la otra mano, supongamos que ese otro mundo,
puede que de otro planeta o de otra expresión de frecuencias energéticas, ha
diseñado este mundo. (…) Mientras esos entes están haciendo los preparativos
para su invasión, sería necesario para ellos entretenernos, tal como nosotros
hicimos con Hitler, haciéndole creer que la invasión de Europa sería lejos de
Normandía. Sería, entonces, lógico para ellos que pusieran en funcionamiento un
plan de guerra psicológica con el fin de mantenernos confusos e, incluso,
convencidos de que sus naves no existen. Los miles de personas que realmente
tienen un verdadero interés en investigar los ovnis podrían ser entretenidos con
contactos que les hagan creer que los ovnis son naves de buena gente del
espacio, hermanos mayores de buen corazón.
El General Douglas MacArthur, un hombre que ha
tenido mucha información secreta, repetidas veces hizo declaraciones públicas
sobre que la siguiente guerra sería entre humanos que combatían contra malvadas
fuerzas de otro mundo.
Siendo como fui, entrenado en guerra
psicológica durante mi período de escritor de propaganda para el Ejército de los
EEUU, soy particularmente consciente de que (la guerra psicológica) es un arma
de doble filo, y soy particularmente consciente de los fraudes que se realizan,
así como de la manipulación aparentemente diseñada para fomentar tanto la
creencia en ovnis como el descrédito.
He tratado de ver objetivamente a través de mis
investigaciones, y en este libro. Francamente,
he pasado por períodos en los cuales he estado absolutamente convencido de que
esos caballos de Troya (aliens entre humanos) estaba, en realidad, siguiendo un
cuidadoso plan diseñado para, en última instancia, conquistar al ser humano
desde dentro.
(Página
286)
Esto no es un
asunto para adolescentes o creyentes. Demanda comprensión y prudencia,
investigación independiente, profesionalidad libre de las maquinaciones de
agencias gubernamentales y de los cultos platillistas. (…) Nuestros cielos están
llenos de caballos de Troya, y siempre lo han estado. Ellos están
operando sobre una secuencia de tiempo, extendiendo deliberadamente confusión y
sin sentido. Los creyentes han estado llorando para que tiremos las puertas de
la ciudad y metamos el caballo de Troya dentro. (…) La Biblia
nos advierte de que en los días finales este planeta será testigo de maravillas
en los cielos, falsos profetas y creadores de milagros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario