viernes, 22 de junio de 2012

Tavo Jiménez de Armas ... ¿QUÉ DESAYUNA UN NOBEL DE LA PAZ?


¿QUÉ DESAYUNA UN NOBEL DE LA PAZ?

El premio Nobel de la Paz Barack Obama cumple diariamente con un extraño ritual. Día tras día, en su Oficina Oval, el presidente estadounidense Barack Obama analiza y aprueba la lista de personas que serán asesinadas: hombres, mujeres, adolescentes e incluso niños, según «revela» el New York Times.

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Para colmo de cinismo, en un país donde el lobby militar-industrial dispone de todos los poderes y donde el deseo de aliviar tensiones se interpreta como un síntoma de debilidad, en tiempos de campaña electoral es bueno que se sepa que un candidato es capaz de ordenar asesinatos.
Estados Unidos tiene que defenderse de quienes lo atacan, declara el secretario de Defensa Leon Panetta, rechazando así las protestas sobre el aumento de los ataques de los aviones estadounidenses teledirigidos [drones] en Pakistán.
Según Panetta, los pakistaníes tienen que entender que los Predators también están ahí para protegerlos a ellos. Vuelan sobre sus cabezas, teledirigidos desde el territorio estadounidense, a más de 10 000 kilómetros de Pakistán, para lanzar sus misiles Hellfire (Fuego infernal) contra los peligrosos terroristas que se esconden en territorio pakistaní.
Después de una estancia en Pakistán, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, llegó a la conclusión opuesta: los ataques con drones, que tienen lugar prácticamente cada 4 días, «provocan la muerte indiscriminada de civiles, lo cual constituye una violación de los derechos humanos». Dichos ataques plantean además graves interrogantes en materia de derecho internacional ya que se realizan «fuera de todo mecanismo de control civil o militar». Pillay solicita por lo tanto que se abra una investigación oficial. La acusación ha sido secamente rechazada por el presidente Obama, quien asegura que los ataques con drones –que también se desarrollan en países como Afganistán, Irak, Yemen y Somalia, entre otros– «no provocan muchas bajas [entre los] civiles» y que dichos ataques se hallan «bajo estrecho control».
Nadie alberga la menor duda de que, como reporta el New York Times [1], es el presidente en persona quien establece los «listados top secret» con los nombres de los presuntos terroristas que deben ser asesinados, en su mayoría mediante ataques con drones. La «kill list» –en la que aparecen personas del mundo entero que, al ser clasificadas como nocivas para Estados Unidos y para los intereses de ese país, son secretamente condenadas a muerte bajo el cargo de terrorismo– se actualiza semanalmente durante «el más extraño de los rituales burocráticos»: una teleconferencia, organizada por el Pentágono, en la que participan más de 100 responsables de la «seguridad nacional», quienes retiran las fichas de las personas asesinadas y agregan otras en una especie de juego macabro que un funcionario compara con el de las postales con imágenes de los grandes jugadores de baseball. La liste se somete después a la aprobación del presidente. «La evaluación moral final» es cuestión del presidente, sobre todo cuando «está implicada también la familia del terrorista que será alcanzado por el drone». Cuando el presidente concede su autorización, el operador, confortablemente instalado –en suelo estadounidense– ante la consola de comando del avión teledirigido dispara los misiles contra tal o más cual vivienda en Pakistán, señalada como refugio de terroristas. De todas maneras, en la explosión no se ven los niños.
Así es la «guerra no convencional» que libra la administración Obama. En función de esa guerra se desarrollan drones cada vez más sofisticados: como el de propulsión nuclear, capaz de volar de forma ininterrumpida durante meses, y un pequeño «drone kamikaze» que se precipita sobre el objetivo y lo impacta [físicamente] destruyéndolo con su carga explosiva. [Los drones] son un gran negocio para los industriales (General Atomics, Northrop Grumman y otras empresas): el Pentágono ha decido aumentar en un 30% su actual flota de 7,500 drones, con un gasto de 32,000 millones de dólares. Italia participará en los gastos con 4,000 millones para 5 drones fabricados en Estados Unidos y desplegados por la OTAN en Sigonella (Sicilia). Pero Italia también comprará misiles y bombas de precisión para sus propios drones, que también son made in USA. Todo ello, subraya el Pentágono, servirá para «proteger» no sólo a Italia sino también a Estados Unidos.
¿Y cuándo empezará la elaboración de la «kill list» italiana?

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