CONOCER ES PROTEGER (2)
LA SOCIEDAD
DISGREGADA
Finalicé mi anterior post con
la afirmación de que el dogma de fe destruye al hombre,
asemejándolo en devastación a una institución religiosa -amante del poder como
pocas- con cuartel general en el Vaticano,
que se permite el lujo de oponerse –¡en el nombre de Dios!- a la conciencia
individual de sus creyentes y de los que no lo son.
Los
dogmas de fe son proposiciones,
creencias o doctrinas que son admitidas como verdades que no admiten dudas. Se
comprenderá que su uso no se reserva exclusivamente al ámbito religioso, sino
que nuestra sociedad está, ciertamente, levantada sobre un numeroso conjunto de
dogmas de fe. Es posible que uno de los principales sea aquel que afirma que
quienes realizan una función pública lo hacen teniendo como objetivo satisfacer
los intereses de la ciudadanía. Los hechos afirman lo contrario; diariamente nos
levantamos con un nuevo escándalo de caciquismo político, componendas entre
partidos e instituciones, uso desmedido de la fuerza policial, etc.
Pues bien, el problema reside (y no estoy descubriendo la
pólvora) en que lo que los hechos afirman, desmintiendo que la función pública
esté al servicio del interés general del ciudadano, no es nada nuevo.
Ninguna sociedad se pudre en el transcurso de una madrugada.
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