sábado, 12 de mayo de 2012

Emilio y Tina: ¡TRANQUILOS, TRANQUILOS ... SOLO ES UN POCO DE HUMEDAD!

BLOG Y RADIO EN ESTADO PURO PARA MENTES ABIERTAS, CREATIVAS Y LIBRES DE ETIQUETAS.

¡TRANQUILOS, TRANQUILOS… SOLO ES UN POCO DE HUMEDAD!

Lo que está pasando actualmente en el Mundo, donde los llamados "Mercados" doblegan a los politicos de los paises y lo pagan los ciudadanos con más pobreza, donde hacen la Guerra para su propio beneficio, recortan derechos adquiridos, nos contaminan los alimentos y hasta el aire que respiramos... y mientras tanto, muy pocos se cuestionan ¿que esta pasando? y mucho menos se rebelan con esta idignante situación, quiero recordarles esta anecdota:
La anécdota que quiero contar sucedió en 1997, cuando le otorgaron el premio Nobel de literatura a Darío Fo.
Dario Fo, premio Nobel de literatura
Siendo como es, era de esperar algo fuera de lo común en la ceremonia de entrega de premios y vaya que si lo hubo, en la ceremonia, en lugar de presentarse con el discurso de rigor, apareció con más de veinte páginas completamente llenas de dibujos y tan sólo algunas anotaciones en su lengua materna, el italiano y este breve cuento que narró en dicho momento. Léanlo despacio y verán como parece que Darío Fo estuviera pensando en la situación actual. No se lo pierdan, es el cuento de “La Roca de Caldé”:

'Nos contaban que hacía muchos años había un pueblo enrocado en una cresta, hermoso, con su campanario, torres, casas, campos y jardines. Era el pueblo de Caldé. Se reflejaba en el lago, que en ese lugar mide 300 metros de profundidad, como un mar. Era idílico como pueden ver, pero tenía un gran defecto ese pueblo: Que, día a día, se deslizaba lentamente hacia el abismo, pues la roca donde se asentaba se hundía inexorablemente en el lago.

Y abajo, en el valle, los campesinos y los pescadores gritaban a los habitantes de la localidad: '¡Cuidado, que os vais a hundir! ¡Salid de vuestras casas, marchaos de ahí!'. Pero los que vivían arriba gritaban: '¡Qué listos que sois, queréis que nos vayamos para quedaros con nuestras casas, con nuestros campos!' Y se quedaban siempre en sus casas, sembraban, recolectaban, hacían el amor, tenían hijos, iban a misa, no les importaba nada, aunque de noche se notaban unos terribles temblores, producidos por la vibración de la roca al bajar hundiéndose en el lago. En lugar de asustarse, muy al contrario, decían: 'Tranquilos, son temblores de asentamiento'. Mientras, la roca, bajaba, bajaba y seguía bajando hacia el abismo. '¡Marchaos, que ya tenéis...
los pies en el agua!' 'No, qué va, es un poco de humedad, no es nada...' y poco a poco se hundían, ya estaban bajo el agua, hombres y mujeres y los caballos, y los asnos, 'glub glub', y el cura seguía confesando, y una monja cantaba, 'glub, glub', las campanas tocaban al bajar, 'ding dong, glub, glub, ding dong, glub, glub'. Silencio inmenso. El pueblo dejó de existir.
Pero los narradores nos contaban que en los días de tormenta cuando brillaba un relámpago y todo se iluminaba de blanco, en el fondo del lago se veían casas, campanarios, torres, hombres y mujeres que caminaban, como un belén bajo el agua. Charlaban, y pasaban peces ante sus ojos, se les metían en los oídos, y decían: 'No es nada, son peces que han aprendido a volar'.
 Uno estornudaba: "Hoy hay mucha humedad, más que ayer, pero todo va bien, no ha pasado nada".
Tras el cuento Darío Fo, hizo al auditorio esta reflexión:
“Nunca ha pasado nada, esta alegoría nos hacía temblar, y aún hoy hay mujeres y hombres que prefieren hundirse en el abismo, ahogarse, antes de aceptar la verdad”.

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